En medio del debate sobre la sanción de la ley a favor del matrimonio igualitario creemos necesario poder expresarnos a favor de la unión entre personas del mismo sexo.
Cuando hablamos de matrimonio debemos tener en cuenta dos cosas: en primer lugar nos ubicamos en una distancia con la Iglesia Católica, ya que el matrimonio constituye uno de los siete sacramentos de la religión; pero su verdadero valor social hace referencia al contrato civil entre dos personas.
Creemos por tanto en primera instancia que debe existir una separación real entre la Iglesia y el Estado; mediante la cuál la primera no pueda tomar decisiones por sobre el segundo. Así como también de todas aquellas religiones que se oponen a la sanción de la ley, ya que esbozan argumentos demagógicos y contradictorios desde una posición retrógrada de cara a la actual configuración social e histórica. Es por ello que repudiamos los ataques que estas instituciones realizan ya que son símbolos de la intolerancia hacia lo distinto y obstaculizan la defensa por la igualdad de derechos.
Así mismo, consideramos que encontrarse a favor de la aprobación de dicha ley es darse cuenta de una necesidad social actual, fruto de la maduración colectiva y el florecimiento de una conciencia que reconoce la diversidad, la defiende y la posiciona con igualdad de condiciones para todos y todas.
Es por ello que cuando hablamos de encontrarnos a favor del matrimonio igualitario como un derecho debemos entender a este por lo que sus palabras expresan: derecho e igualdad. Si se aprobara una ley que permitiera a las personas de un mismo sexo contraer matrimonio, pero que esto se sucediera por fuera de lo que se constituye hoy como matrimonio civil estaríamos recurriendo a una diferenciación entre las parejas heterosexuales y las homosexuales y por tanto cayendo nuevamente dentro de la discriminación. No se debe distinguir entre unos y otros frente a la ley; se los debe considerar como iguales.
Todos y cada uno de nosotros somos ejemplos de la diversidad; pero ante el Estado, ante las leyes debemos de tener igualdad: igualdad de condiciones e igualdad de derechos. La sexualidad es algo que se construye, no está determinado únicamente por lo biológico; de la misma forma que la elección de una pareja no se condice necesariamente con la anatomía ni con las leyes de la naturaleza.
Al empezar a replantearnos estas cosas, debemos de tener en cuenta la multiplicidad de determinaciones que entrecruzan este debate. Hay matices históricos, legales, de género, identitarios, psicológicos e institucionales para nombrar algunos desde los cuales debemos ir repensando las prácticas que hoy en día nos damos para no reproducir y poder combatir las distintas prácticas retrógradas que se suceden día a día.
A su vez hay que remarcar la pérdida de derechos que hoy sufren las parejas homosexuales, debido a que no se les reconoce el derecho al matrimonio. Gozando de este derecho se estarían dando a su vez el derecho a la herencia y a la pensión, a las obras sociales, a poder acompañar a los familiares que está internado (sea este pareja, o hijo/a), podrían tener acceso a planes de seguridad y de asistencia social, gozar a su vez de privilegios testimoniales, de beneficios en políticas migratorias, y se les otorgaría la capacidad de decidir por el otro/a en situaciones de imposibilidad.
Estos nombrados anteriormente son derechos que poseen las parejas heterosexuales, derechos negados durante mucho tiempo a las parejas homosexuales; derechos por los que las personas gays, lesbianas, transexuales, bisexuales, intersexuales, travestis y trans vienen luchando hace muchos años. No es una bandera nueva, no es una bandera del actual gobierno; es la bandera de las organizaciones sociales que luchan por la igualdad de derechos.
Por último es muy importante remarcar que se debe estar dando una discusión profunda sobre lo que se concibe hoy como familia; ya que creemos que esta debe ser reconsiderada como un grupo de crianza. No es garantía de salud física y mental hablar de una familia basada en la heterosexualidad de los padres; como así tampoco hay que expresar que padre y madre se remitan a hechos biológicos. Es por ello también que repudiamos las postulaciones de la Iglesia Católica sobre este tema, con un discurso que hace referencia al cuidado y protección de los niños con argumentos “científicos” que no tienen otro sustento que no sea el del dogma mas encarnizado.
Por lo antes planteado, se desprende la lucha y defensa por:
- Efectiva y definitiva separación del Estado y la Iglesia Católica.
- Soberanía sobre nuestros cuerpos y nuestras identidades de géneros.
- Igualdad ante la Ley.
- Aprobación del proyecto de matrimonio igualitario sin condicionamientos ni distinción de elección sexual.